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Comparto con ustedes este artículo para mostrar las potencialidades que se pueden desarrollar en Los Baños Sulfurosos Virgenes que existen en Las Isletas - Puerto Píritu.
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Afloramiento de Lodos Sulfurosos en Las Isletas |
Del Libro: Esto ya
Existió en la Antigüedad
Autor: Pieter Coll
ESTACIONES TERMALES EN LA ANTIGUA
GRECIA
Estamos inclinados a considerar los viajes anuales a un establecimiento
termal como una de las conquistas de nuestro tiempo, porque creemos en la
necesidad que experimenta el hombre moderno de sustraerse a las absorbentes
exigencias de la gran ciudad y restablecer su debilitada salud mediante una
cura de reposo.
La visita
regular a los establecimientos de aguas medicinales era ya una práctica
corriente hace 2.500 años, y las gentes acudían a ellos para tratar sus enfermedades
y quebrantos, igual que hoy, atribuidos al ajetreo de la vida ciudadana.
Los
antiguos griegos, a quienes nos los representamos como el prototipo
de la belleza física y del equilibrio mental, también eran víctimas de diversas
enfermedades; pagaban su tributo a la vejez y a la pérdida de energías; visitaban
a sus médicos; se sometían a reconocimientos y consultaban
acerca de cómo habían de proceder ante tal o cual enfermedad.
Hasta aquellos
que no padecían de dolencias agudas trataban de seguir los preceptos recientemente
enunciados por Hipócrates, en el sentido de que la mejor salvaguarda contra las enfermedades consiste en hacer todo
lo necesario para conservar la salud.
Así pues, no tiene nada de extraño que los médicos
de la Antigüedad clásica conociesen bien el diferente valor curativo de las
distintas clases de baños. Entre
otras, se consideraban como particularmente eficaces las fuentes sulfurosas de Aidepsos,
en la isla de Eubea.
También era
muy renombrada la cura de aguas de Epidauro. El recinto sagrado dedicado en
las cercanías de esta ciudad al culto de Esculapio, dios de la medicina, era uno de
los más elegantes lugares en los que se hacía la cura de aguas en el mundo antiguo.
Apenas podemos imaginarnos la
magnificencia del templo en el que los enfermos ofrecían sacrificios al dios
para impetrar la salud, así como el lujo de los baños, de los dormitorios y de
los campos de deporte.
También
había otros elegantes establecimientos de aguas medicinales, tales cómo los de
Hierápolis, en Asia Menor. Todavía manan allí fuentes minerales calientes
sumamente carbónicas. Este balneario, olvidado desde hace tanto tiempo, poseía
en la Antigüedad grandiosos palacios dedicados a los baños, lujosos hoteles y,
superando en esto a Epidauro.
Los elegantes bañistas de la época ni siquiera
necesitaban salir de su hotel para hacer la cura de aguas: unos canales revestidos
con losetas de mármol conducían la caliente agua mineral directamente hasta los
departamentos de lujo, instalación de la que poquísimos de los más caros balnearios
disponen hoy.
Más
antiguos y renombrados todavía eran los manantiales termales de la ciudad de
Himera, en la costa norte de la isla de Sicilia, a los que se atribuyen verdaderos
milagros en la curación del reumatismo; y eran muchos los dolientes que, sin asustarse
por las dificultades del viaje, acudían allí en busca de remedio o alivio para
sus males.
Además de
estas fuentes minerales calientes, se conocían también otras aguas cuya fama se
ha conservado a través de los tiempos, gozando hoy del mismo predicamento que
en la Antigüedad.
También
entonces se conocía el poder curativo de los baños de lodo sulfuroso,
aplicándolos para el tratamiento del reuma y de las enfermedades propias de la
mujer.
Está comprobado que, durante el Imperio
Romano, el sur de Italia se hallaba materialmente invadido de estaciones
termales, de las cuales había más de ochenta solamente en esta parte de la
península.
Uno de
los establecimientos termales más conocidos era el de Baia, en el Golfo de
Nápoles. La comarca estaba completamente ocupada por sanatorios, aprovechando
el extraordinario poder curativo de los manantiales sulfurosos, tan abundantes
en la región. Ricos ciudadanos, procedentes de los más distintos puntos del Imperio Romano, se establecían aquí para
restablecer su quebrantada salud.
Para poder proporcionar a los soldados y empleados de la Administración
civil destacados en lugares remotos la posibilidad de realizar regularmente en
verano sus curas de agua, en las más apartadas provincias fue realizada una
intensa búsqueda de manantiales medicinales.
Nombres
como el de Aquisgrán (de Aguae, como los romanos llamaban a las instalaciones
de aguas medicinales), indican que ya eran utilizadas en aquella época las
fuentes termales existentes. La localidad de Aix-les-Bains se llamaba en la
época romana «Aquae Domitianae», y sus manantiales sulfurosos gozan todavía de
justa fama no solamente en Francia.
De la
misma forma surgieron Badén,cerca de Viena, Badén, junto a Zurich, Ems,
Beftrich y, en Inglaterra, la conocida Bath