Punto y Aparte |
Tomado de: Revista Estampas, diario El Universal, 13 de Mayo 2012
Pasos para serenar la mente
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por MAYTTE | imagen: FOTO: WWW.SHUTTERSTOCK.COM | DOMINGO 13 DE MAYO DE 2012
Uno de los grandes enemigos que
enfrentamos al tratar de preservar nuestro bienestar es el exceso de
actividad mental. La mayor parte del tiempo mantenemos un monólogo
silencioso que nos acompaña donde quiera que vamos, como si fuera una
especie de radio encendido muchas horas al día, y, lo más grave, es que
la mayoría de esas ideas que ocupan nuestra mente son negativas,
pesimistas y cargadas de temor ante lo desconocido.
Basta que otra persona nos sugiera que seamos más optimistas o que dejemos de anticiparnos a lo que sucederá, para que insistamos en el hecho de ser realistas, justificando nuestros comentarios y manera de interpretar la vida. Lo que no sabemos es que mientras más justificamos nuestra actitud y comportamiento menos posibilidades tenemos de romper el ciclo de angustia, preocupación y cansancio en el que nos sentimos atrapados.
Es importante que aprendamos a serenar nuestra mente, que no significa quedarnos completamente en blanco, tarea que sería muy difícil de cumplir, sino, más bien, que comencemos a administrar nuestros pensamientos, evitando profundizar en los negativos, afrontando los que nos preocupan y potenciando aquellos que fortalecen nuestro optimismo, valor, confianza y actitud positiva ante la vida.
Es natural sentirnos de vez en cuando abrumados o preocupados por una idea, estamos vivos y sujetos a todos los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Lo equivocado sería permanecer angustiados la mayor parte del tiempo por ideas y temores que existen solo en nuestra mente, y que se mantienen por nuestra incapacidad de enfrentarlos, transformarlos y resolverlos.
Quizá no podamos evitar que aparezcan preocupaciones, pero sí decidir qué hacer con ellas. Es preciso aprender a tratar las preocupaciones como lo que son: ideas sobre un futuro incierto, pero que en verdad, no son el futuro en sí. De hecho, en cuanto aparece una inquietud podemos decidir entre alimentar el temor o ponerle límites lo más rápidamente posible, antes de que tome fuerza y nos agobie.
Necesitamos recuperar la paz mental, y esto solo se logra aquietando la mente y bajando la velocidad de los pensamientos, pues el cerebro, cuando está en actividad, empieza a producir juicios, evaluaciones y comparaciones que aumentan nuestro nivel de ansiedad.
Cuando nos sentimos relajados, aumenta nuestra capacidad de atención y concentración, baja nuestro nivel de estrés, mejora nuestra capacidad de descansar y sentimos una agradable sensación mental y corporal que nos libera de la tensión a la que estamos acostumbrados, y nos ayuda a recuperar la vitalidad, a fortalecer nuestra voluntad, a aumentar el optimismo y nos acerca a la paz interior. Realizar unos pequeños cambios en nuestra manera de pensar y de interpretar la vida puede ser suficiente para aumentar la calidad de nuestros días.
Basta que otra persona nos sugiera que seamos más optimistas o que dejemos de anticiparnos a lo que sucederá, para que insistamos en el hecho de ser realistas, justificando nuestros comentarios y manera de interpretar la vida. Lo que no sabemos es que mientras más justificamos nuestra actitud y comportamiento menos posibilidades tenemos de romper el ciclo de angustia, preocupación y cansancio en el que nos sentimos atrapados.
Es importante que aprendamos a serenar nuestra mente, que no significa quedarnos completamente en blanco, tarea que sería muy difícil de cumplir, sino, más bien, que comencemos a administrar nuestros pensamientos, evitando profundizar en los negativos, afrontando los que nos preocupan y potenciando aquellos que fortalecen nuestro optimismo, valor, confianza y actitud positiva ante la vida.
Es natural sentirnos de vez en cuando abrumados o preocupados por una idea, estamos vivos y sujetos a todos los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Lo equivocado sería permanecer angustiados la mayor parte del tiempo por ideas y temores que existen solo en nuestra mente, y que se mantienen por nuestra incapacidad de enfrentarlos, transformarlos y resolverlos.
Quizá no podamos evitar que aparezcan preocupaciones, pero sí decidir qué hacer con ellas. Es preciso aprender a tratar las preocupaciones como lo que son: ideas sobre un futuro incierto, pero que en verdad, no son el futuro en sí. De hecho, en cuanto aparece una inquietud podemos decidir entre alimentar el temor o ponerle límites lo más rápidamente posible, antes de que tome fuerza y nos agobie.
Necesitamos recuperar la paz mental, y esto solo se logra aquietando la mente y bajando la velocidad de los pensamientos, pues el cerebro, cuando está en actividad, empieza a producir juicios, evaluaciones y comparaciones que aumentan nuestro nivel de ansiedad.
Cuando nos sentimos relajados, aumenta nuestra capacidad de atención y concentración, baja nuestro nivel de estrés, mejora nuestra capacidad de descansar y sentimos una agradable sensación mental y corporal que nos libera de la tensión a la que estamos acostumbrados, y nos ayuda a recuperar la vitalidad, a fortalecer nuestra voluntad, a aumentar el optimismo y nos acerca a la paz interior. Realizar unos pequeños cambios en nuestra manera de pensar y de interpretar la vida puede ser suficiente para aumentar la calidad de nuestros días.